La Marchanta de flores

En un día soleado en la bulliciosa ciudad, una vendedora de flores caminaba por el caluroso camino de tierra con una canasta de coloridas flores en la cabeza. Su piel morena oscura brillaba a la luz del sol y usaba lápiz labial rojo brillante que combinaba con los tonos vibrantes de sus flores.

La Marchanta de flores (1958), Yoryi Morel
C. 1958, Óleo sobre tela, 26 x 23 pulg. Colección: Centro de Arte Ceballos Estrella.

La marchanta había estado caminando durante horas, de un extremo al otro del campo, vendiendo sus flores a cualquiera que quisiera comprarlas. Le dolían los pies y anhelaba un trago de agua fresca, pero sabía que no podía descansar hasta que hubiera vendido todas sus flores.

Mientras caminaba, la gente se volvía a mirarla, admirando los vivos colores de sus flores, la belleza de su sonrisa y su voluptuoso cuerpo. Estaba orgullosa de su trabajo y sabía que sus flores traían alegría a todos los que las veían.

Pero a medida que avanzaba el día, la marchanta se cansó. Le dolían los pies y el peso de la canasta sobre su cabeza comenzaba a sentirse insoportable. Se preguntó si debería darse por vencida e irse a casa, pero sabía que necesitaba vender todas sus flores para ganar suficiente dinero para sobrevivir.

Justo cuando estaba a punto de perder la esperanza, una joven la detuvo en la calle. La niña sostenía una sola moneda en la mano y miraba a la marchanta con ojos esperanzados.

"¿Puedo comprarte una flor?" ella preguntó.

La marchanta sonrió a la niña, sintiendo una repentina oleada de energía. Metió la mano en su cesta y sacó una flor amarilla brillante, entregándosela a la niña.

"Aquí tienes, querida", dijo. "Y gracias por alegrarme el día".

Mientras se alejaba, la marchanta sintió un renovado sentido de propósito. Todavía le dolían los pies y el peso de la canasta todavía se sentía pesado, pero sabía que había hecho algo bueno. Siguió caminando por la calle, con la cabeza en alto y el corazón lleno de esperanza.

Y cuando el sol comenzaba a ponerse, la marchanta vendió su última flor, sintiéndose orgullosa de su arduo trabajo y de la belleza que había traído al mundo. Ella se fue a casa esa noche con los pies cansados, pero con un corazón lleno de alegría y un espíritu que nunca se rompería.

La Marchanta de flores, cuento inspirado en muchos cuadros de Yoryi Morel de La Marchanta.